¡Buenas tardes a todos!Hoy os traigo una noticia muy importante...¡Ya tenemos ganador del concurso
El Reto de los Escribas!Como sabéis,El reto de los escribas es un concurso creado por Lurei
Book,MeriAnne y yo,para fomentar la escritura entre los jóvenes.En esta ocasión ha habido un
empate en el puesto número dos,así que esta vez tenemos cinco ganadores.
A continuación de la lista de ganadores os enseñaré el relato ganador,pero si queréis leer los relatos
que quedaron en segundo y tercer puesto entrad en
El Reto de los escribas . Bueno,no os hago esperar
más.¡Aquí tenéis la lista de ganadores!
Ganadores de El Reto de los Escribas
1ºEn primera posición ha quedado
Daniel Monreal ,con su relato
"El tiempo dirá"
2ºEn segunda posición han quedado
Sara,con su relato
Academia de música,e
Inés Vilanova,con su
relato
"Colores".
3ºEn tercera posición ha quedado
Lucía Vilanova,con su relato
"Irritable Perfección"
4ºEn cuarta posición ha quedado
Laura Quintela,con su relato
"Cosa de Siete"
¡¡Felicidades a todos los participantes!!Y en especial a los ganadores.Ahora,el relato ganador,titulado "El tiempo dirá" ¡Un saludo!
El Tiempo Dirá…
1
dolor
Nada más que una falsa mueca dibujada en su rostro pálido,
en su mirada brillante, desprendedora de una luz más tenue de la que solía
reflejar. Un fingido gesto que se apresuraba por mantener casi la mayor parte
del tiempo, incapaz de llevar hacia su interior aquellas emociones que
aparentaba tener, cuando se veía obligada a compartir estancias con otras
personas.
Mas, en la soledad de su habitación, el único lugar del mundo que aún podía
considerar seguro para ella, podía relajar su sonrisa tensa, descansar su
mirada agotada, y dejarse llevar por el intenso dolor que quebraba su alma.
Incluso, en ocasiones, cuerpo echado sobre la mesa del escritorio, y los ojos
dirigidos hacia ninguna parte, llegaba a sentir de una manera real aquel familiar dolor.
No se podría decir que sintiera una daga clavándose en su pecho, pues no hay daga capaz de causar un dolor
tan intenso, tampoco podría comparar aquello con arder en llamas ni con
ahogarse en el profundo pozo de su desesperación, pues ni Satán ni Poseidón alcanzarían a hacerla temblar de miedo, como
temblaba en aquel momento.
Mas ella apretaba los puños, consumida; cerraba los dientes, aislada; en
silencio, desprendía lágrimas amargas que no era capaz de retener.
Y, a medida que el tiempo pasaba y la pesadumbrez se iba adueñando de su
corazón herido, un manto de tinieblas se cernía sobre la habitación,
ensombreciendo cada objeto, cada rincón. Todo allí perdía su significado,
arropado entre la oscuridad que emanaba, tal vez, del corazón de ella.
Ninguna criatura, humana o no, se merecería experimentar parte del dolor que la
joven, en su desdicha, experimentó. Ella lo vivió, lo sintió, erizó su piel,
ennegreció su espíritu… y, para bien o para mal, ya no volvió a ser la misma.
Nada brillaba en el cuarto, en el hogar.
Sólo quedaba el reflejo de sus ojos quienes, de vez en cuando, recuperaban la
alegría por vivir, el orgullo, las ganas de continuar. Mas, cuando te lo han
quitado todo, ¿qué puedes esperar de la
vida? ¿Qué puedes pedirle al mundo?
Y, en esas tardes de desolación intensa, de lágrimas sin lágrimas, del
sufrimiento que llevaba hacia las paredes de su habitación, marchitas al sentir
la pena, ella se dejaba llevar. ¿Tal vez aquello era la condena perfecta para
una existencia amarga?
Puede que, de cierta manera, es lo que la joven deseara… Puede que, en aquel
instante, en toda esa etapa, ella quisiera irse… de un modo suave, indoloro.
Tal vez así consiguiera apartar el mal, y desviar todo lo que sentía lejos de
si misma.
Mas, acumulado, escondido entre el temor, había una pequeña y diminuta mota de
luz, apenas un insignificante chispa de recuerdos, de superación personal, de
coraje… Ella no se veía con fuerzas de eliminar el dolor, de la misma manera
que no era capaz de contener aquella brisa de esperanza. Por ese motivo, tal
vez demasiado difuso, era que sus ojos, relucientes ante la claridez del alba,
cobraban vida, durante escasos segundos. Momentos en los que, sin esperarlo,
sentía que debía hacer frente a la vida…
2
Despedida
¿Por
qué?
¿Por qué…?
Tal vez no era el lugar lo que aclamaba las lágrimas de
aquellas personas, sentadas frente a ella con expresión ausente, ni la
atmósfera desanimada. Ni siquiera creía que fuera producto del abatimiento
interior, de la desmoralización general.
Era ella. Eran sus lágrimas, ocultas durante días. Eran sus ojos verdes,
enmarcados por líneas rojas de llanto y surcos negros de las noches sin poder
dormir. Eran sus dedos lánguidos, que provocaban aquel sonido del que hacia
gala. El instrumento entre sus manos, mientras ella dirigía los ojos hacia
aquel que residía a su lado, faz eterna con la que ninguna otra persona podía
rivalizar en belleza, era lo único que podía regalar, un instante de música, y nada más.
Allí, en primera línea, sentada, sin nadie en el mismo banco, y, tal vez,
siendo la única que no esbozaba lágrima alguna, estaba su madre. Mantenía una
mano en el pecho, puño cerrado, mientras escuchaba a su hija acometer con
sentimientos a toda la estancia. Ella, aquella mujer, era la otra persona a la
que la pérdida debía de haberle resultado inconsolable, tan amarga como el más
cruel de los recuerdos… pero no podía llorar.
Puede que su fuero interno le dijera que llorar no sería representar toda la
tristeza que sentía. Puede que no lo considerase justo. Puede que pensara que
debía ser fuerte para aquella niña pelirroja que había quedado a su cargo.
Puede que fingiera que podía llegar a estar bien, para engañarse a si misma.
Puede… que no fuera ninguna de esas cosas, o todas a la vez.
Pero, aunque tal vez la joven supiera que aquella mujer, su madre, mentía al no
llevar al exterior su pena, sabía que el dolor que compartían era el mismo; la
sensación de querer morir, la misma. Y, aquella canción que entonaba, no
solamente la creó para si misma, para liberarse y elevar al cielo un grito de
pena y desesperación que esperaba fuera escuchado, sino para ella.
Era la única manera de decirle que ella estaba allí, que no sólo recibiría
palmadas falsas de ánimo en la espalda. Quería que supiera que su hija llegaba
a entender el dolor, y lo que ello significara. Aunque las mañanas se
presentaran frías e inconexas, sin sentido entre unas y otras, similares en el
tiempo, no lo eran, y que daba las gracias por poder disfrutar de la vida, por
poder tenerla a ella, por poder tenerse ambas… y por poder encarar al destino
una vez más, gritar de alivio. Más que nada, y por encima de todas las cosas,
quería decirle que la quería, y que una perdida no era sino una piedra en el
camino, que sabía que ambas podrían superar.
Al menos, él lo hubiera querido así.
Los ojos cerrados de su madre luego, la mano aún el pecho congestionada y
pálida, la restante sobre el banco, palma arriba y trémula, su corazón latiendo
desbocado con intensidad, tanta que aún vibraba gracias a la música perpetrada
en el aire. Su hija la contemplaba con orgullo desde el estrado, mas ella no
podía verlo, pero sí sentirlo. Aquella mirada esmeralda que se clavaba en ella
ya la hubo sentido en otro tiempo, antes de que comenzara aquella vorágine
agónica, y pudo respirar aliviada, no sin dolor.
Juntas, y tras haber cesado la música, se aproximaron a la figura inmortal que
residía allí, entre placas de madera recia. De la mano, dijeron adiós, la mano
izquierda de la joven acariciando la diestra de su padre; la mano derecha de la
mujer rozando su frente. Un abrazo y un beso marcaron la despedida.
No lloraron delante de él, sonrieron, en realidad. Él mantenía una sonrisa de
calma en su rostro.
3
ÉXODO
Yo…
¿Es posible que me quepa más orgullo en el pecho? En mi estado, ¿cómo soy capaz
de sentirme tan feliz?
No debería serlo, pero… no puedo mentir. Puedo abrir los labios todo lo que
pueda y clamar a los vientos que soy el ser con más felicidad de la faz de la
tierra.
Y os lo debo a vosotras.
Jayden:
Has sido la mujer de mi vida, y has mostrado fuerza, coraje, valor en un día
tan duro. ¿Sentiste mi mano agarrar la tuya? Yo sí noté tus nervios, aunque no
pudiera sentir del todo el suave roce sedoso de tu piel sobre mí. Pudiste
llorar, pero no quisite; debiste
llorar, pero te mantuviste firme. Yo mismo quería llorar, pero las
circunstancias se ciñeron sobre mí como un gran manto negro y envolvente.
Perdóname por todo, y recuérdame en los buenos momentos, aunque tal vez no sea
necesario decirlo.
¿Sabes? Daría todo, todo lo que pudiera, por permanecer una sola noche más
contigo, sólo una noche. Decirte al oído que te amo, prepararte para lo que
vendría y, es posible, amarte como la primera vez. Siento haberme ido. Siento
no haberme podido despedir.
Hoy te amo más que nunca, y agradezco que, en mis últimos segundos estuvieras a
mi lado.
Gracias por todo.
Juliette:
No, no debería haberme ido. Sí, sé que estás dolida, y sé que tardarás en
recuperarte. Mamá te ayudará, si la dejas.
Si alguna vez me porté mal contigo u olvidé algo que era importante para ti,
ruego que me perdones. Las cosas se me escapaban de las manos y, muchas veces,
sentí que era suficiente.
Desde la primera vez que nos vimos, adoré cada centímetro de ti. Me fascinaron
tus ojos, tan iguales a los míos; tus pecas, pruebas de que eres hija mía, tan
similares; tu risa, aclamable cascada de manantial que me hacía volar en una
nube. Incluso hoy en día sigues conservando la misma risa de tus primeros días.
Como padre, me alegra saber que no has dejado de reír nunca.
Y… es un orgullo poder decir que eres parte de mí. Pude escucharte, estuve allí
mientras tocabas mi instrumento, mientras me mirabas. Hiciste que se me
encogiera el corazón en el pecho, aunque aquella melodía no estuviera hecha
para mí. No pudiste expresarlo todo mejor. Con felicidad, al recordar esa
canción, sentí que todo lo que yo sentía por ti era correspondido, más aún de
lo que cualquier padre merece. En serio, esos sentimientos no tienen medida en
alguien como yo, nunca sentí que los mereciera. Creo que me porté bien contigo,
hasta el punto en el que se me permitió, pero… no, debí hacer muchas más cosas
por ti, si a ello apuntaban tus sentimientos, y por lo que apuntaban los míos.
Cuida de mamá, ¿lo harás por mí, por los tres? Puede que tú la necesites, pero
ella te necesita más a ti, como yo también te necesitaba. Fuiste el pilar
central de nuestra vida y nos hubiéramos derruido si alguna vez hubieras
faltado. Pero ahora, a un paso de la despedida, sé que estarás bien, que mamá
estará bien.
Nunca olvides que te quise, que te quiero, y que te querré siempre. Espero que
nunca me olvides.
Te echaré de menos.
Sed
felices, todo lo que podáis. Os tenéis la una a la otra.
¿Qué más podéis pedir?
Un beso y un abrazo, os quiere,
Datos del ganador
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Título del relato: El tiempo dirá.
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Seudónimo del autor: Daniel Fair.
·
Nombre real del autor: Daniel.
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Apellidos del autor: Monreal
·
Edad:
22 años.
·
Datos del Autor*: Me llamo Daniel Fair. Es muy raro que utilice mi
nombre real en este tipo de medios (salvo cuando no queda más remedio, claro).
Empecé a escribir hace alrededor de diez años, y he tratado de hacerlo
continuadamente desde entonces (aunque, siendo sincero, he tenido algún que
otro parón).
Me inicié con los fanfics (Harry Potter, como otros tantos), hasta desarrollar
mis propias historias, aunque trato de no dejar de lado la temática que usaba
al principio.
Ahora mismo, colaboro en el blog ‘’elrincondemimaginacion.blogspot.com’’ con
relatos, y escribo todo lo que se me ocurre ahí.
A pesar del tiempo, me considero un auténtico novato. Todavía trato de pulir mi
manera de escribir y de cómo hacer que lo que escribo llegue a más gente y haga
emocionarse a más personas.
Imagino que, al final, esa es la meta que todos nosotros buscamos.
¡ Un saludo!